Biografía y obras:
(Rosario, 1905 - Buenos Aires, 1981) Pintor argentino. Tras
un período de búsquedas en Europa, cuya etapa más singular fue el aporte
expresionista, Berni se inclinó hacia el realismo, poniendo su pintura al
servicio del ideal humano y social.
Sus dotes artísticas le llevaron, a la temprana edad de diez
años, a ingresar como aprendiz en un taller de vidrieras policromadas. En el
taller aprendió las primeras nociones de dibujo, disciplina que cursó más tarde
también en Rosario. A los quince años Berni ya tenía muy claro cuál era su
vocación y realizó una primera exposición con paisajes y retratos que le
valieron la consideración de niño prodigio.
Fue invitado a exponer hasta cuatro veces, en Rosario y en
Buenos Aires, antes de recibir una beca para realizar un viaje de estudios a
Europa. Con veinte años, Berni llegó a Madrid y dedicó tres meses a recorrer
España: Segovia, Toledo, Córdoba, Granada y Sevilla, ciudades monumentales
cargadas de historia en las que tuvo la oportunidad de conocer las obras de los
maestros españoles (Velázquez, El Greco, Zurbarán o Goya), que sin duda
impresionaron al joven artista.
Tras este primer contacto con el Viejo Mundo, Berni llegó a
París en febrero de 1926. En esta ciudad, que todavía era la capital del arte,
el joven pintor descubrió las vanguardias y se inició en algunas de las
técnicas (grabado y collage) y los estilos (Fauvismo y Surrealismo) que
conformarían su obra futura. Recibió clases de pintura del neocubista francés
André Lothe y del fauvista Othon Friesz, que ejercieron gran influencia en su
estilo, y aprendió la técnica del grabado con Max Jacob.
En estos años frecuentaba el círculo de artistas argentinos
conocido como el Grupo de París. Conoció al pintor Lino Eneas Spilimbergo, con
el que trabó una sólida amistad que les llevaría a colaborar en muchos
proyectos a lo largo de sus vidas. En 1929 tomó contacto con el círculo de los
surrealistas a través del escritor Louis Aragón, amigo suyo y que ejerció una
gran influencia en el pintor. La obra de Berni se fue decantando claramente
hacia este estilo y hoy se le considera como uno de los primeros artistas
latinoamericanos de estilo surrealista. Desde París realizó una serie de viajes
a Italia, Holanda y Bélgica.
En 1930 volvió definitivamente a su país natal, donde se
encontró con su amigo Spilimbergo y con el muralista mexicano David Alfaro
Siqueiros. Juntos recibieron el encargo de realizar un mural en Rosario (Mural
Botana, 1933). Tras esta enriquecedora experiencia, el estilo pictórico de
Berni se decantó claramente hacia una pintura comprometida, consciente de una
realidad muy distinta a la que había dejado en París; un estilo conocido como
realismo social narrativo, característico de todo el continente americano,
aunque con marcadas diferencias entre los distintos países.
Se instaló en su ciudad natal, Rosario, una ciudad con una
vida cultural muy activa. En esta década de 1930, Berni desarrolló una gran
actividad política: tomó parte importante en la creación de la Mutualidad de
Estudiantes y Artistas Plásticos y se afilió al partido comunista. En 1933
fundó el grupo Nuevo Realismo, desde el cual se realizaron proyectos artísticos
cargados de intención política que convertían lo cotidiano en objeto de la obra
de arte.
Viajó por todo el país para conocer la realidad social e
investigar la vida cotidiana de su entorno, hasta que en 1936 se instaló
definitivamente en Buenos Aires, donde comenzó a dar clases de dibujo en la
Escuela Nacional de Bellas Artes, actividad que compaginó desde entonces con su
labor creativa. En este periodo fue nombrado presidente de la Sociedad
Argentina de Artistas Plásticos, institución a la que siempre estuvo ligado.
Para entonces ya era un artista consagrado y recibió el
encargo de realizar un mural, junto con su amigo Spilimbergo, para el pabellón
argentino de la Feria Mundial de Nueva York (Agricultura y Ganadería), al que
siguieron los de la Sociedad Hebraica, realizado en 1943, y el de la Galería
Pacífico, de 1946. Simultáneamente realizó una importante serie de retratos de
su mujer y su hija Lili, que sin duda denotaban un giro en su obra hacia un
periodo de introspección que le llevó en la década de 1950 a adoptar un estilo
expresionista, de tintes dramáticos, que desembocó en una serie de paisajes
urbanos en los desaparecía la figura humana.
En la década de 1960 retomó su interés por retratar los
personajes que le rodeaban como instrumento para hacer crítica social. Su
estilo conservó el carácter expresionista, pero fuertemente influido por el Pop
Art y el realismo social. En este periodo creó dos personajes: Juanito Laguna y
Ramona Montiel, ambos de los bajos fondos; él, de los suburbios de Buenos
Aires, y ella, de los más sórdidos ambientes parisinos.
Las series protagonizadas por estos personajes retratan con
gran agudeza de observación, y desde un punto de vista crítico, episodios de la
vida cotidiana. La técnica predominante es el collage, tanto el tradicional
collage "matérico" (realizado a partir de materiales de desechos)
como el fotomontaje. En estas series (además de la mencionada, realizó dos más
tituladas La Luna y Los monstruos, así como un conjunto de retratos populares),
Berni alcanzó una gran calidad plástica y un estilo muy personal en el que
retomó la estética surrealista. En 1962 recibió el Premio Internacional de
Grabado y Dibujo de la Bienal de Venecia.
En la década de los setenta realizó una serie de trabajos
escenográficos y decorativos, así como ilustraciones y colaboraciones con
revistas, tanto nacionales como extranjeras. Los medios gráficos, que siempre
habían interesado a Berni y en los que se manejaba con maestría, fueron un
importante canal de distribución de su obra. Continuó con sus series populares
y creó nuevos personajes como La difunta Correa, que llegó a convertirse en un
mito popular. Su pintura seguía dominada por la técnica del collage. En sus
últimos años realizó una serie de esculturas.