La influencia más significativa en los comienzos de su madurez artística fue la de Camille Pissarro, pintor mayor que él aunque poco reconocido, que vivía con su numerosa familia en una zona rural a las afueras de París. Pissarro no sólo proporcionó al inseguro Cézanne el apoyo moral que necesitaba sino que lo introdujo en la nueva técnica impresionista para conseguir los efectos de la luz natural. Junto con Claude Monet, Auguste Renoir y unos pocos pintores más, Pissarro había desarrollado un estilo para trabajar al aire libre (en plein air) de forma rápida y a escala reducida, que consistía en utilizar pequeños toques de colores puros, sin recurrir a bocetos preliminares ni a dibujos. Pretendían atrapar de ese modo los efectos lumínicos fugaces así como su interpretación visual, también efímera, de la naturaleza. Bajo la tutela de Pissarro, en el corto periodo comprendido entre 1872 y 1873, Cézanne pasó de los tonos oscuros a los colores brillantes y comenzó a concentrarse en escenas de la vida rural. Aunque parecía poseer menos dominio técnico que los otros impresionistas, Cézanne fue aceptado dentro del grupo y expuso con ellos en 1874 y 1877. En general los impresionistas contaban con un éxito comercial limitado, y las obras de Cézanne tuvieron la acogida más desfavorable por parte de la crítica. Se distanció de muchos de sus contactos parisinos a finales de la década de 1870 y durante toda la década de 1880 pasó gran parte del tiempo en su Aix-en-Provence natal. A partir de 1882 dejó de trabajar en estrecha relación con Pissarro. En 1886 creyó ver referencias a sus fracasos, apenas disimuladas, en una novela de Zola y rompió sus relaciones con él, a pesar de que había sido su apoyo durante mucho tiempo. Ese mismo año heredó la fortuna de su padre y por fin, a la edad de 47 años, consiguió la independencia económica, aunque permaneció en su aislamiento social. El aislamiento y la concentración, así como la singularidad de su búsqueda, podrían señalarse como los responsables de la increíble evolución que sufrió su estilo durante las décadas de 1880 y 1890. En ese periodo, aunque continuó pintando directamente del natural con brillante colorido de tipo impresionista, fue simplificando de modo gradual la aplicación de la pintura hasta el punto de que parecía lograr expresar el volumen con sólo unas cuantas pinceladas de color yuxtapuestas.
Más adelante los expertos llegarían a afirmar que Cézanne había descubierto un modo de representar tanto la luz como las formas de la naturaleza simplemente mediante el color. Parecía reintroducir una estructura formal que los impresionistas habían abandonado, sin sacrificar por ello la sensación y vivacidad lumínica lograda por ellos. El propio Cézanne hablaba de modular el color en lugar de modelar el claroscuro de la pintura tradicional. Con ello se refería a que suplantaba las convenciones artificiales de representación (modelar) por un sistema más expresivo (modular) que se hallaba aún más próximo a la naturaleza o, como decía el propio artista, "paralelo a la naturaleza". Para Cézanne la solución a todos los problemas técnicos del impresionismo radicaba en utilizar el color de un modo más ordenado y expresivo que el de sus compañeros impresionistas. Cézanne consideraba que nunca llegaba a alcanzar plenamente su objetivo, por lo que dejó la mayor parte de sus obras sin acabar y destruyó muchas otras. Se lamentaba de su fracaso a la hora de representar la figura humana y, efectivamente, las grandes obras con figuras humanas de sus últimos años, como Bañistas (c. 1899-c. 1906, Museo de Arte, Filadelfia), revelan unas distorsiones curiosas que parecen dictadas por el rigor del sistema de modulación cromática que él mismo impuso sobre sus propias representaciones. Sin embargo, la generación posterior de pintores llegó a aceptar prácticamente todas las rarezas de Cézanne. Dicha generación creía que ya se habían formulado los objetivos naturalistas del impresionismo y que era necesario un estilo nuevo y original, sin reparar en la dificultad, para poder devolver al arte moderno sinceridad y compromiso. Durante muchos años la obra de Cézanne sólo fue conocida por sus antiguos colegas impresionistas y por unos cuantos artistas jóvenes radicales de la línea del postimpresionismo, entre los que se incluían Vincent Van Gogh y Paul Gauguin. Sin embargo, en 1895 Ambroise Vollard, ambicioso marchante parisino, organizó una exposición de sus obras y las promocionó con gran éxito durante los años siguientes. Hacia 1904, Cézanne alcanzó la consagración en uno de los grandes salones oficiales de pintura y cuando murió (en Aix, el 22 de octubre de 1906) había logrado un prestigio considerable. Muchos pintores jóvenes viajaron hasta Aix-en-Provence para verle trabajar y pedirle consejo durante los últimos años de su vida. Sin embargo, tanto su estilo como sus teorías continúan siendo misteriosas y crípticas; para unos era un pintor primitivo ingenuo y para otros un complicado maestro en los procedimientos técnicos. Aunque todos están de acuerdo en que la intensidad de sus colores, unida al aparente rigor de la estructura compositiva, indican que, a pesar de la frecuente desesperación del propio artista, había sintetizado los elementos básicos de representación y expresividad de la pintura de un modo muy personal.
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