Biografía y obras:

Tras este primer contacto con el
Viejo Mundo, Berni llegó a París en febrero de 1926. En esta ciudad, que
todavía era la capital del arte, el joven pintor descubrió las vanguardias y se
inició en algunas de las técnicas (grabado y collage) y los estilos (Fauvismo y
Surrealismo) que conformarían su obra futura. Recibió clases de pintura del
neocubista francés André Lothe y del fauvista Othon Friesz, que ejercieron gran
influencia en su estilo, y aprendió la técnica del grabado con Max Jacob.
En estos años frecuentaba el
círculo de artistas argentinos conocido como el Grupo de París. Conoció al
pintor Lino Eneas Spilimbergo, con el que trabó una sólida amistad que les
llevaría a colaborar en muchos proyectos a lo largo de sus vidas. En 1929 tomó
contacto con el círculo de los surrealistas a través del escritor Louis Aragón,
amigo suyo y que ejerció una gran influencia en el pintor. La obra de Berni se
fue decantando claramente hacia este estilo y hoy se le considera como uno de
los primeros artistas latinoamericanos de estilo surrealista. Desde París
realizó una serie de viajes a Italia, Holanda y Bélgica.

Viajó por todo el país para
conocer la realidad social e investigar la vida cotidiana de su entorno, hasta
que en 1936 se instaló definitivamente en Buenos Aires, donde comenzó a dar
clases de dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes, actividad que compaginó
desde entonces con su labor creativa. En este periodo fue nombrado presidente
de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, institución a la que siempre
estuvo ligado.
Para entonces ya era un artista
consagrado y recibió el encargo de realizar un mural, junto con su amigo
Spilimbergo, para el pabellón argentino de la Feria Mundial de Nueva York
(Agricultura y Ganadería), al que siguieron los de la Sociedad Hebraica,
realizado en 1943, y el de la Galería Pacífico, de 1946. Simultáneamente
realizó una importante serie de retratos de su mujer y su hija Lili, que sin
duda denotaban un giro en su obra hacia un periodo de introspección que le
llevó en la década de 1950 a adoptar un estilo expresionista, de tintes
dramáticos, que desembocó en una serie de paisajes urbanos en los desaparecía
la figura humana.

Las series protagonizadas por
estos personajes retratan con gran agudeza de observación, y desde un punto de
vista crítico, episodios de la vida cotidiana. La técnica predominante es el
collage, tanto el tradicional collage "matérico" (realizado a partir
de materiales de desechos) como el fotomontaje. En estas series (además de la
mencionada, realizó dos más tituladas La Luna y Los monstruos, así como un
conjunto de retratos populares), Berni alcanzó una gran calidad plástica y un
estilo muy personal en el que retomó la estética surrealista. En 1962 recibió
el Premio Internacional de Grabado y Dibujo de la Bienal de Venecia.
En la década de los setenta
realizó una serie de trabajos escenográficos y decorativos, así como
ilustraciones y colaboraciones con revistas, tanto nacionales como extranjeras.
Los medios gráficos, que siempre habían interesado a Berni y en los que se manejaba
con maestría, fueron un importante canal de distribución de su obra. Continuó
con sus series populares y creó nuevos personajes como La difunta Correa, que
llegó a convertirse en un mito popular. Su pintura seguía dominada por la
técnica del collage. En sus últimos años realizó una serie de esculturas.