
Su padre entrenaba caballos de
carreras en Dublín, pero debido a la Primera Guerra Mundial tuvo que mudarse
con su familia a Londres en 1914. Entre 1914 y 1925 la familia vivió entre
Inglaterra e Irlanda. La infancia de Francis Bacon no fue fácil. Padecía de
asma crónica y tuvo una formación escolar irregular porque la enfermedad le
impedía acudir al colegio; cuando sufría ataques asmáticos fuertes le
administraban morfina. Fue expulsado de casa por su padre cuando tenía 16 años,
al manifestar sus inclinaciones homosexuales.


Bacon decidió que el tema de sus
pinturas sería la vida en la muerte: debía buscar a su yo más vital, pero
también al más autodestructivo. Michel Leiris le sugirió que «el masoquismo, el
sadismo y casi todos los vicios, en realidad, eran tan solo maneras de sentirse
más humano».
En 1929 regresa a Londres, y de
forma autodidacta comienza a pintar en óleo. No obstante no había logrado el
reconocimiento, y cuando cumplió 35 años, por su carácter temperamental, destruyó
casi todos sus cuadros.
Es hacia 1944 cuando finaliza el
tríptico Tres estudios de figuras junto a una crucifixión (Three Studies for
Figures at the Base of a Crucifixion; Tate Modern de Londres), un cuadro que
ganó la aceptación y fue recibido muy bien por la crítica, además de ser
considerado como uno de los cuadros más originales en el arte del siglo XX.


Bacon llevaba una vida más bien
solitaria y poco dada a escándalos. Vivió etapas de gran actividad sexual y
tenía gustos e intereses inusuales, pero vestía de forma austera y seguía una
rutina diaria más propia de un trabajador. Después de pintar, acudía a pubs a
beber cerveza.
Curioso y desordenado, Bacon
acumulaba en su taller innumerables recortes de prensa y fotografías de obras
de arte antiguas, especialmente de Velázquez. También le interesaban las viejas
películas de atletas saltando y corriendo, así como de aves y demás animales,
pues le fascinaba el movimiento de los seres vivos. El taller de Bacon estaba
tan desordenado, que el artista pisaba sus propias obras. Solía desechar
bastantes si no estaba satisfecho con ellas; en cierta ocasión entregó varias a
un electricista que había acudido a reparar algo. Décadas después, estas piezas
fueron subastadas y alcanzaron altas cifras.

Bacon visitaba el Museo del Prado
con relativa frecuencia; a veces en privado, cuando el museo estaba cerrado. Se
rumorea que sus últimos viajes a Madrid se debieron a que mantenía una relación
con «un banquero español» llamado José, que recibió algunas pinturas suyas,
pero esta cuestión se mantiene bajo un manto de silencio. Del 3 de febrero al
19 de abril de 2009 el Prado acogió una exposición antológica de Bacon,
co-organizada con los museos Tate Modern de Londres y Metropolitan de Nueva
York.
Los cuadros de Bacon tienen
influencia de Munch en los trazos y de las tonalidades de Van Gogh; también se
percibe la influencia de Goya ya que plasmó la angustia en sus cuadros. En sus
cuadros trabajó la representación de la figura masculina o femenina, que por lo
general aparece de forma desfigurada e incluso de forma aterradora, en espacios
cerrados y oscuros.
Los retratos y autorretratos son
una gran parte de las pinturas; destaca entre ellos George Dyer en un espejo
(Portrait of George Dyer In a Mirror, 1968), del Museo Thyssen-Bornemisza de
Madrid, en donde refleja la fragilidad del ser. Refleja la época que vivió, la
Segunda Guerra Mundial.

A lo largo de toda su carrera
Bacon recurrió al informalismo, al expresionismo y al surrealismo, pero sus
cuadros pertenecen al racionalismo. Sin embargo, para algunos autores la obra
de Francis Bacon no pertenece a tal corriente. Se trata de una pintura de corte
expresionista pero muy difícil de clasificar, porque nunca perteneció a ningún
movimiento artístico. Simplemente prosiguió lo que él consideró (en las
entrevistas que le hizo David Sylvester a lo largo de los años sesenta) una
línea pictórica postpicasiana, siguiendo la vía abierta que Picasso dejó con la
figuración y la representación obsesiva del cuerpo humano. Según el filósofo
francés Gilles Deleuze, autor de uno de los ensayos que mejor analizan la obra
del pintor (Francis Bacon: Logique de la sensation), la figuras de Bacon son
las que mejor representan al hombre del siglo XX: si Cézanne lo hizo con el
paisaje, Giacometti y Bacon llevaron al hombre a su mejor representación
artística, en relación al hombre angustiado por la vida, pero entusiasmado por
el arte.
Además del Museo Thyssen, otros
museos españoles que cuentan con obra de Bacon son el Museo Reina Sofía de
Madrid (Desnudo tumbado) y el Museo de Bellas Artes de Bilbao (Figura recostada
ante un espejo).
El arte de Francis Bacon ha
experimentado un extraordinario repunte de precios en el mercado de las
subastas. Apreciado sólo por unos pocos conocedores y coleccionistas hasta que
alcanzó una edad madura, Bacon vio cómo sus precios ascendían a principios de
los años 90, pero no vivió lo suficiente para presenciar este fenómeno en todo
su actual alcance. Él parecía mantenerse ajeno a su éxito; mantenía su rutina
aparentemente anodina y vestía con ropajes oscuros y aspecto más bien bohemio.
Según las malas lenguas, varios de sus compañeros sexuales se aprovechaban de
él económicamente, y también su galería habitual, Marlborough Fine Art, fue
acusada de exprimirle por mero lucro, dosificando la llegada de sus obras al
mercado para contener (o elevar) sus precios. Bacon suscribió en 1954 un
contrato de exclusividad con Marlborough, que se mantuvo hasta su
fallecimiento. Este acuerdo incluía no sólo la venta de sus obras, sino también
los derechos de reproducción fotográfica de las mismas. En 2003, Marlborough
mantenía un litigio con el Bacon Estate (herederos de Bacon) .


Según la citada revista, son
varios los coleccionistas españoles que cuentan con obras de Bacon, un fenómeno
inusual tratándose de una artista contemporáneo extranjero, tan cotizado y de
estilo cuando menos inquietante. Se cuenta que Alicia Koplowitz poseía un
cuadro suyo, y que lo vendió porque le resultaba desagradable para su casa.
Hubo de ser una decisión equivocada, pues poco después los precios del artista
se elevaron exageradamente. El empresario Juan Abelló posee tal vez el mejor
repertorio de Bacon en España, con dos trípticos y un raro dibujo de 1933.